martes, 28 de diciembre de 2010

ARISTIDES UREÑA RAMOS Un humilde pesebre veragüense

-A los peloteros de mi tierra-

Publicado el 25 de diciembre del 2010.

El encuentro fue marcado por una tímida sonrisa, con un rápido movimiento el cholo José agarró la gran chácara que María, su esposa, traía. Era una tardecita de un sábado de diciembre, en el mercado de Santiago y la chiva de pasajeros acababa de llegar desde la cordillera de Calobre.
—“Corre, sígueme, que estoy apurado”—, fue lo único que supo decir José y la cholita María obedeció, siguiendo los rápidos pasos de su marido... ella, en silencio y rigurosamente en fila detrás de su hombre, seguía entre la multitud de paisanos bajados al pueblo para la preparación de la zafra anual. El mercado de Santiago era un hormiguero de gente apurada esa tardecita cercana a las fiestas navideñas.

Y subieron por la calle de los Guevara, hasta llegar al parque Central, frente al Municipio, colocándose bajo el viejo almendro, donde otros paisanos acampaban con sus familias.

—“Compa, pase para acá, que acá también celebramos”.— Este no era un saludo, era la petición para pasar la botella de aguardiente que el pequeño grupo de indios hacía circular entre los machos... No se sabe cuánto tiempo había pasado, pero de repente, a plena noche, comenzó un vendaval, soplaba un viento caliente, como si la misma Tierra quisiera temblar, el grupito, asustado, buscó refugio donde pudo. José, que estaba borracho, junto a María, se puso a los pies del monumento a Juan Demóstenes Arosemena... José, pese a la cantidad de alcohol consumida, aún hablaba pareciendo lúcido. Y el extraño viento caliente no daba tregua alguna, aumentado su intensidad cada vez más y más.

De pronto, José saltó como un conejo y se encaramó en el monumento a Juan Demóstenes y desde allá, mirando a María, comienza a gritar, con los brazos abiertos:
—“Yo que quería una mujer que fuera de pueblo... y mira mi maldita desgracia, contigo me vengo a amarrar”—
Y continua: —“¡Aaaaah, mis males!, con una india me tenía que meter”. María, avergonzada, se pasaba la mano por sus cabellos y miraba con gran preocupación a su marido encaramado y balanceándose sobre el monumento. El violento viento le levantaba sus cabellos sobre su pálida cara.

Una mujer que se vista con pantalones y blusa de moda y no una chola como tú, eso yo quería”— y María réplica con voz fuerte, sobreponiéndose al zumbido del fuerte viento:
—“Si quiere, de pantalones y blusa me visto, si Ud. quiere, yo eso hago”—, acomodándose sus desordenados cabellos negros.

—“Pero... ¿cómo haces, si estás gorda como un mono atorado?”. El vendaval aumentó su furia inaudita tapando casi lo aquí dicho y, mientras decía estas palabras, José comenzó a bajar lentamente del monumento, acercándose a su preocupada mujer.
María estaba petrificada, inmóvil, delante de José... una inmensa tristeza sostenía las muecas de su joven carita y la silueta de su marido, derramándose de tanto viento en la oscuridad, se agachó junto a sus pies... y ese inesperado silencio, esa sensación de vacío, que traen los vendavales invadió la noche.

—“!Yo me mato y me mato es ya!”— Gritó María. Junto al fuerte zumbido del caluroso viento.

José fue despertado por el grito de María que, envuelta en naguas al viento, había subido al monumento a Juan Demóstenes, repitiendo la inexplicable acción de su marido... y desde allí continuaba gritando:
—“¿Querías mujer de pueblo?, pues consíguela, porque yo me mato ahorita mismo”.—
—“¿Querías mujer con pantalones y blusa sexy?.., pues, lo dejo libre para que se la encuentre... porque yo me mato”.— Y el cholo José, asustado por las palabras decididas de María, trata de calmar la violenta reacción de su mujer:
—“Espera, espera... mira, que lo que yo decía eran cosas de borrachos y nada más”... y María, desconsolada, hace un gesto, como quien quiere lanzarse al vacío, y José le grita:
-“Espera, espera, si yo te quiero como tú eres, chola como yo... te lo juro, por Dios bendito”.— Y María, con las manos alzada, como quien quiere botarse al viento, dice:
—“No me quieres porque soy gorda... pero yo no estoy gorda... y antes de morir quiero que sepas que mi barriga es por causa de tu hijo que llevo dentro”.— Y diciendo eso se acerca al borde del bloque de granito del monumento... y, alzando un pie, hace un decisivo gesto de saltar... y José grita violentamente:
—“Espera, espera, espera, yo no sabía nada, ¿un hijo, un hijo mío?, yo no sabía”... y, con un rápido abrazo protector, apaña a la pobre María, que dulcemente se hace caer entre los fuertes brazos de su joven marido, quien la aprieta contra su pecho... y con suaves sollozos, sin dejar de abrazarla, le pregunta al oído:
—“¿Cuándo nacerá?, ¿cómo se llamará?, ¿cómo será?”—, y la cholita María, agarrada al cuerpo de José, contesta suavemente:
—“Nacerá en este mes, es un varón y tú le darás el nombre que quieras...”.— José, con su abrazo, trata de hacer un muro protector para su esposa y el fuerte y cálido viento, como por encanto, cesa... el brutal vendaval, así como llegó, desapareció. Y poco a poco volvió la calma.
Las dos solitarias figuras, sentadas y abrazadas al lado del monumento, acompañaban la llegada de la madrugada... y del cuchichear entre ellos solo se comprendía la voz de José, que decía;
—“Y de grande será pelotero y jugará para LOS INDIOS de Veraguas”... y María le contestaba:
—“para mí basta con que le gane a los chiricanos”... y José decía:
—“A Chiriquí le daremos una palera, como a los herreranos... los santeños ni una base tocarán y eso será jonrón detrás de jonrón”... y María respondía:
-- “será mejor que Mariano Rivera y por 20 años Veraguas ganará el campeonato... ¿pero qué nombre le vas a poner?”... y tras esta pregunta llegó otra vez el silencio... luego de un buen rato, José, abrazado a María, seguía en silencio... hasta que los primeros rayos de luz de la mañana atravesaron la iglesia e iluminaron el parque... allí, en el monumento a Juan Demóstenes Arosemena, como en un pobre pesebre, apretando fuerte a su esposa contra el pecho, le respondió:
—“Lo llamaremos Jesús, en honor a nuestro Señor y a los buenos peloteros que han dado dura batalla bajo el uniforme de los Indios de Veraguas”.
*Cuento escrito originalmente en 1980, modificado para su publicación en La Estrella.

sábado, 18 de diciembre de 2010

ARISTIDES UREÑA RAMOS “Buques que caminan entre las montañas”

-Las casas para aquellos que nunca se vendieron-
Publicado el sábado 18 de diciembre 2010.

Florencia, 1980.— Recuerdo que era el edificio Pepsi Cola, en el barrio de Calidonia, en la esquina donde se encontraba la terminal de buses que salían para la ciudad de Colón, mi padre me ordenó acomodarme atrás, en donde se llevaba la carga, al descubierto de la camioneta, porque adelante, sentados junto a él, irían mi tío Erasmo y mi tía Lalita, ocupando lo dos puestos disponibles al lado del conductor... operación que fue hecha con gran rapidez, debido al gran alboroto que en tal cruce había.
La camioneta cogió por el costado del edificio de la Asamblea Nacional, rumbo a la avenida Ancón, entrando directo a la Zona Canalera bajo jurisdicción norteamericana... corría el año 1967 en la ciudad de Panamá.
Yo, con mi curiosidad, sentado atrás, trataba de captar la novedad de las escenas que para un niño panameño, proveniente del interior de la República, procuraba tal acontecimiento: visitar las esclusas de Miraflores en la Zona Canalera.
Era el cumplimiento de una promesa hecha por mi padre, la cual en esta ocasión se realizaba bajo un espléndido día de vacaciones a mitad del año escolar.
Vi por primera vez un tren, anaranjado y amarillo, con grandes palabras gringas... y por doquier cartelones con jeroglíficos desconocidos e incomprensibles para mí... y vi las gigantescas maquinarias sobre los carriles... y seguíamos el viaje por recorridos obligados rumbo a las esclusas del Canal de Panamá.
Con enorme sorpresa, mi atención fue capturada con la aparición de un barco gigante, que se movía a través de la colina, entre las montañas, lentamente este blanco buque, con grandes contenedores de color ladrillo y zinc metálico, atravesaba sin problemas las montañas... y eso fue lo que memoricé, con gran sorpresa... llegamos a las esclusas y allí mi padre nos dio una lección de ingeniería colosal, mezclada con discursos políticos de reivindicaciones de dignidad nacional y soberanía, que me hacían soñar nuevos horizontes patrióticos.
Al llegar a Santiago y regresar a mi escuela, la maestra nos pidió que escribiéramos sobre: “¿Cómo fueron sus vacaciones de mitad de año?”... y fue así que me tiré un escrito sobre lo que más me golpeó en esa visita a la Zona Canalera, mezclada con los proclamas de dignidad nacional de mi padre... entregando rápidamente y muy satisfecho mi escrito (tarea) a mi maestra.
Fui llamado adelante de la clase —y frente a todos— mi maestra leyó mi escrito... mientras me ridiculizaba, porque en el escrito había cometido el error de describir la escena del barco que pasaba entre las montañas, sosteniendo que ese barco estaba bajo los rieles del tren y que los gringos usaban esa técnica para atravesar las naves de océano a océano... y que en ninguna parte del mundo había barcos que caminaban a través de las montañas, solo en Panamá se podía apreciar la belleza de que los buques caminaran entre las montañas.
Y la cosa no quedó circunscrita a ese episodio, la maestra siguió ridiculizándome sobre lo que había escrito respecto a la dignidad nacional, sosteniendo delante de toda la clase que el progreso que había tenido Panamá era gracias a la presencia norteamericana, que defendía nuestra patria del peligro comunista. Que los panameños teníamos que agradecer a los Estados Unidos de América por su colaboración, por haber escogido a nuestra Nación para enclavar un territorio —“la Zona Canalera”— para la paz de toda América Latina... Que sin los norteamericanos, Panamá no tendría un porvenir de prosperidad y riqueza social, que sin ellos nos moríamos de hambre... por eso teníamos que agradecer a los norteamericanos su presencia en Panamá y que sostener lo contrario era ser un mal patriota y enemigo del pueblo panameño.
Y humillado delante de toda la clase, que en silencio escuchaba, no pude hacer nada, solo llorar mi rabia en silencio y regresar a mi puesto en absoluta desolación.
Al día siguiente al desayunar conté todo a mis padres... mi papá en silencio agarró mi escrito y me acompañó a mi clase... habló con mi maestra, mucho rato... y después me hizo señas para que me parara junto a él y se echó un discurso de los suyos sobre soberanía nacional... yo no sé si mis compañeros comprendieron todo, porque el argumento era muy difícil, pero para mí el solo hecho de que mi padre hablara era una ayuda moral, no estaba solo... y eso era muy importante para mí.
Esa noche, papá se acercó a mi lecho... en el cuarto que compartía con mi hermano Avelino, y, tomando mis pies entre sus manos, me habló de los futuros escenarios... que la ocupación militar norteamericana era un error, que violaba los derechos soberanos de todos los pueblos y de las naciones, que esa injusticia no tenía justificación, pues, la terminología de “a Perpetuidad” era esclavizante para Panamá e insostenible para una nación —la norteamericana— paladina de los derechos de los pueblos... que el enclave colonial era una espina dolorosa, no solo para los panameños, sino para todos los hombres libres del mundo... y que de eso parte del pueblo norteamericano era consciente... y que llegaría el momento en que entraríamos a la Zona Canalera, patrones de nuestro destino... y que allí, cuando esa gran injusticia terminara, tendrían reconocimiento los tantos mártires y patriotas que por esa causa lucharon sin nunca vender su dignidad de hombres libres... que allí donde vivían los militares gringos, esas estructuras, se convertirían en viviendas para las familias de los próceres, desde Ascanio y Navas a todos los caídos, aquellos que no se vendieron, aquellos humillados, que lloraron silenciosos llantos, aquellas solitarias lágrimas de censura y gritos al viento encontrarían su casa... las casas de las zonas revertidas donde la Justa Patria hará justicia.
Mi padre, después de un largo silencio, nos dijo: “¡NO TEMAN!.. no teman cuando imaginen que seremos un solo territorio libre y soberano, no teman en soñar una fuerte democracia basada en la trasparencia de su justicia social y, sobre todo, no teman a imaginar buques que caminen entre las bellas montañas panameñas, porque esos sueños y esas dignidades nunca las venderemos”.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

ARISTIDES UREÑA RAMOS Un regalo de tío Alexis

Publicado el sábado 11 de diciembre de 2010.
Tío Alexis manejaba ambulancia como piojo pegado a molleja de gallo. Él había abandonado el duro trabajo de corte y tala de árboles, allá en las tupidas selvas del Darién y de las cordilleras de Veraguas, para aprender un trabajo que fuera digno de un cristiano. Por eso había bajado de la montaña, para trabajar en el Hospital de Santiago en la misión de transportar gente herida, gente viva, como también muertos por todos los puntos cardinales del distrito de Santiago.
Cada vez que me encontraba con tío Alexis, en las noches oscuras de lluviosos inviernos, cuando andaba distraido por mis travesuras de adolescente estudiantil, me gritaba con voz autoritaria y paternal:
—“¡Ey!, ¿qué estás haciendo por aquí... a estas horas de la noche?”—, y yo le respondía que nada, que estaba caminando, regresando para la casa, él se acercaba y con la cara ‘amarrada’ me decía: —“Anda para tu casa de una vez, si no quieres que te agarre a rebencazos”—.


En la casa grande de la central, allá por calle tercera, donde vivían mis abuelos, no pasaba fiesta ni ocasión para reunir a toda la familia y celebrar con música y comida, con sodas y galletas, con guitarras y marimbas, piano eléctrico y violines la alegría de dichas fiestas... En la casa grande de mis abuelos, en ocasión de fiestas, nunca hubo tocadiscos, traganíquel ni radios a todo volumen, porque lo que nunca ha faltado en mi familia son los músicos, instrumentos musicales y cantantes que alegren nuestros encuentros... Así que esas ocasiones se transformaban en verdaderas veladas, donde se bautizaban los nuevos talentos que surgían en el seno de la familia, momento propicio para el debut de los más pequeños, que se destacaban en el canto y en el toque de instrumentos musicales.
“Mírala cómo baila, pegadita de los hombres”, esta fue la única canción que oí cantar a mi tío Alexis y la cantaba desentonada y fuera de ritmo, nunca lo escuché cantar ni lo vi tocar algún instrumento, él nunca aprendió o no le enseñaron... en cambio mis otros tíos hasta violines y mandolinas aprendieron a tocar.

—“Si ninguno lo saca, lo saco yo de ahijado”—. Así tronó la voz de tío Alexis, que con el dedo índice señalaba el piso, como queriendo poner límite a los cuchicheos familiares.
—“Lo saco yo... y eso es ya, de una vez”—... y fue así que a los 13 años yo pude contar con un padrino verdadero, aunque era de CONFIRMACIÓN, porque a mis padrinos de bautismo nunca los conocí, pese a los esfuerzos de mi madre, que me decía y repetía que eran un italiano, del que nunca más se supo de su paradero; y una tía montijana, que se fue para México y no regresó.

Y llegué a los 18 años... y tío Alexis, que se encontraba en ese entonces de vacaciones en la capital de la República, me mandó a buscar, diciendo que quería celebrar mis 18 años con un gran regalo y que era muy importante..:
—“Báñate bien, ponte la mejor ropa, la más bonita que tengas y los zapatos que usaste para la graduación de bachiller en el Urracá”—... y yo obedecí de una vez, visto que en juego estaba mi misterioso regalo de cumpleaños.

Tío Alexis me llevó en carro con aire acondicionado y me dio cervecita bien fría, paseándome por toda la ciudad capital, pero el maldito frío que me producían el aire acondicionado y las heladas cervezas no me dejaba ni hablar... hasta que llegamos al lugar donde mi tío me iba a dar el regalo:
—“¿Sabes dónde estamos?”—. Yo vi que era un restaurante con brillantes luces de neón, azules y rojas, pero no le respondí, entonces me pregunta rápidamente:
—“¿Conoces este lugar?”—, y para no quedarme atrás le respondí con entusiasmo que sí sabía, que estábamos por entrar a un restaurante a comer. Y él comienza a reírse y me grita:
—“¡¿Un restaurante?.. restaurante donde se come mucha micha de pelo!”—, mientras seguía riéndose... acabábamos de llegar a la famosa La Gruta Azul, mi regalo de 18 años.

—“Venga acá, déjese de agüevazones, no sea pendejo y demuéstrele a esta señorita, lo que sabe hacer un verdadero santiagueño”—. ¡Ábrete, Tierra!, delante de mí había una mujerona de cierta edad, que hablaba con acento extranjero, caderona, trigueña, una que del bello menester era experta, una profesional en tal materia.

Tío Alexis se había dado cita con sus compañeros de parranda y la gallada, con tanta bulla que hacía, demostraba el inmenso entusiasmo por la gran hazaña que yo tenía que cumplir.
—“Anda, entra con ella al cuarto, que está todo pagado”—, empujándome junto a la mujer dentro del oscuro cuarto.Y me encontré dentro de la habitación sin saber por qué, delante de la señora extranjera, que sonreía con malicia, quien, tomándome de la mano, me acerca a un lavamanos viejo, sin espejo, donde había un jabón verde claro y me invitó a sacar mi pene... y eso hice.

—“¿Es la primera vez?”—, me preguntó la señora, mientras me lavaba rápidamente el pene, con la espuma de jabón... y yo no sabía qué contestar, pues, el frío del aire acondicionado, de las cervezas heladas, de las manos de la señora y la embarazosa situación me quitaban toda la fuerza necesaria para una erección, y sé que ella eso percibía... y no pude contestar su pregunta, solo me limité a darle una tímida sonrisa.
—“No se preocupe paisa, que ahora me encargo yo”—, me dijo.
La puerta del cuarto era más chica que el marco de la misma, por eso quedaba una especie de ventanilla abierta en la parte superior, por donde veía la cabeza de mi tío Alexis, quien se acercaba para escuchar lo que estaba sucediendo dentro del cuarto y en una de esas me gritó:
—“¡Ahija’o!, hazle sentir lo arrechos que somos los Ramos, para que ella recuerde este momento toda su vida”—. Y la señora se dirigió al lado de la cama y comenzó a desnudarse... y, poco a poco, comencé a ver el físico no muy joven, cosa que no me ayudaba mucho en mi fantasía erótica... Entonces, cogí coraje, la invité a sentarse y le propuse un pacto... más bien, le rogué que me ayudara a salir de la bochornosa situación, que fingiera hacer el amor conmigo, cada vez que mi tío Alexis y la gallada se acercaban a la puerta, y ella aceptó... pero la recompensé con el poco dinero que tenía, tres balboas con cincuenta centavos... todo mi capital.
Se oía a mi tío Alexis que se acercaba a la puerta y gritaba:
—“¡Ey, potrillo santiagueño, dale, dale más duro, que la estás matando de gusto”—, y la señora y yo gemíamos con falsos gritos de placer cada vez que los veíamos acercarse... hasta que la experta mujer me avisó que podría bastar ya, que podíamos terminar la farsa y salir del cuarto.
Al día siguiente me encontré en las afueras de la capital, por la avenida Ancón, pidiendo bote para Santiago, pues, el dinero del pasaje se lo había dado a la señora de La Gruta Azul. Llegué después de 10 horas de camino, en un camión, arriba de una carga de sacos de cemento, cansado y estropeado, pero contento de haber cumplido con mi padrino Alexis, con toda su gallada y, sobre todo, por haber dejado en alto el HONOR DE MACHO de todos los santiagueños y de los hombres de mi familia.

*Artista veragüense residente en Florencia, Italia.aristides_urena@hotmail.com

ARISTIDES UREÑA RAMOS ‘Identidad’ (¿?): un pueblo creado bajo los apodos o sobrenombres

Publicado el 4 de diciembre de 2010.

A Pedro Luis Prado S.


Somos muchos los que, con serios empeños cuestionamos sobre altos conceptos de homologaciones, de las raices y de la identidad, un debate abierto en el tiempo... junto al amigo de pluma Manuelito Oreste Nieto que en fugases discusiones abrimos ventanas en el tiempo. Te dedico este ELENCO empaquetado en cartucho, con sabor de concolòn, un revencazò para despertar la curiosidad , para que vivas un pueblo creativo que construye su identidad.
Santiago, 23 de noviembre 2010
.— Apenas usted llega a la Terminal de buses de Santiago, ve el continuo ir y venir de personas ocupadas en el trasporte de personas y cosas... este hormiguero de humanidades en movimiento parece un caótico CIRCO de un pueblo que se ha quedado chiquito para tanta gente. Mi mirada, en su curioso observar, es guiada por los indiscutibles olores, que penetran en la profundidad de mis entrañas, despertando aquellos recuerdos enterrados, únicos e irrepetibles de esta ciudad.

—“¡Ey, Perico, Pata de palo, bájate esas vainas!—, grita un agitado trabajador uniformado de la compañía de trasporte, los gritos acompañan la acción de descarga de las maletas, que continúan así: —”Boca de Zuiche vente pa’cá”—. Y me doy cuenta de que sí es verdad... estoy en mi Santiago querido, pueblo creado bajo los apodos o sobrenombres.
Al alejarme de la Terminal de buses, comienzo a recordar un interminable ELENCO de apodos, con el cual cuenta mi ciudad, y en mi mente comienzo a enumerar en a mi familia: El Líder, La Gallina Culeca, para mis padres; Cuándo canta el birulí, Wuarifundango, Nazará cara cafá, Fra pincel (yo), Arroz dormido, Tutito, Come caliente, Sor Tita, Cholo matapollo, Monina, Bolonchón, La chata, Pildorita, Coconut’s para mis 13 hermanos y yo...
Los que evocan historia de pueblo: Abusión, Policarpios, Perico, Malanga, Califa, Muñiri, Chinclé, Matón de yegua, Cacique mée, Garrotillo, Ñeñe plaó, Matraca, Caliche...Y para no quedarse atrás de los famosos políticos capitalinos como: El Toro, Bimbín, La Chola, El Perro, El Loco y Patacón; los políticos del patio usaron sus nombres en campaña electoral como: El Chavo, Chalo, Porky, Cachete, Bolita. A ellos les sigue el elenco de intelectuales veragüense como: Chico perico (C. F. Changmarín), Cabeza de huevo (A. Herrerabarría), Tuntuneco, Cachito, Tres metros, Gato solo, Soldadito de plomo, Tom Jones, Ojito de leche, Güeso de Micha, Escopeta, Guarxel.
Un ELENCO de apodos con referencias sexuales como: Picha seca, Paja, Borrador, Sapo de Micha, Culo pecho, Pelo de Micha, Picha de corcho, Culo de pato, Tripa de culo, Pico de mula, Polvo loco Macló, Picha de oro... con referencias a la Zoología: Mataperro, Mapache, Pichón de policía, Gallote, Grillo, Topo, Vaca loca, Pechuga de burro, Conejo, Caballo viejo, Perico, El puma, La gata, Mangote, José Gallo, Zorro viejo, Ciro puerca, El potrillo, Juan yegua, Coyote, Sapito chi, Culo de Abispa, Mario Víbora, Noneco, Iván puerca, Lagarto para’ó, Sapo trucha.


Personajes de la radiofonía local como: Ña Duba, Ño Gerto, Mano Baristo... de las respetables familias “aristocrática” santiagueña: Niña Manango, Niña Gata, Niña Bicha, Niña Susanita.Todos apodos cariñosos para identificarse entre los paisanos como para la Normal, Sor Yeye; para los más pudientes, como: Hitler, Ganancia, Cocoña... y la fantasía del ELENCO no tiene límite siguiendo con: Los burros de la calle, Los mangueras, Los pichas seca, Los puercas, Los corflake, Los ñopos, Los guarina, Los pingüe, Los zorros...

Continuando con una serie interminable de fantasiosos apodos, como: Bonito pa’ verga, Puyé ye papa, Mentirita fresca, Arma’ó en chácara, Foto de Jediondo, Tamal mal amarra’ó, Cholo Güebón, Pisa candela, Ñato, Balomba, Chicharón, Checherito, Flatia’ó, Cholo Winetú, Culembo, Facio, Conclá, Moflé, El siete, El Sherif 4 plumas, Calimán, Ojo, Chiquitín, Bodega, Manito pingüé, Momia, Pan de pasa, Pan de dulce, Payaso chispa, Pecho de lata, Mondonguera, Nene Chiquito, Nene Grande y Nene a mitad, Pirichanga, Un cuarto para las doces, Punto y coma, Galope, Chingo, Patacón, Cabezón, Mocho, Pato de Palo, Pellejo; a personajes populares como Kankan, TiKi, Salsa, La turca, Mazinyer, Chucha de hierro, La macana, La guaricha, Flecha, Río feliz, Media micha, Pedrito... y el elenco sigue con Chinclé, Vaquerito, Geñito raspadura, Bolongo, José Joe Baby, Guacho de loro, Micho quema’ó, Veneno, Satanás, Cholo, Guanrule, Mollín, Pulgar, Papaye, Centavo, Chola Mía, Bili Black, Rami, Cabeza de Piano, Chichi, Zanja Madre, Aguas negras, Ñopa mano Ñeque, Fran mée, Cuchillo largo, Coche viejo, Toño peseta, Califa, Babimbo, Matón de yegua 1, Matón de yegua 2, Juan boliche, Ñeca, Chemero, Perro envenena’ó, Tomorrow, Juan teléfono, Picuiro, Even Majay, Pinkay, Flaco mello, Flaco yegua, Cabeza de Clavo, Panchita, Tito mojón, Sin pescuezo, Payiyo, Pescuezo de lata, Pescuezo de litro, Chalín, Eva leva... y el ELENCO continua enriqueciéndose de una cultura popular que evoca a través del APODO o SOBRENOMBRE el vivir de un pueblo —mi pueblo—, donde las voces vivas, pese a las adversidades, proyectan a través de un simple ELENCO su propia identidad.

*Artista veragüense residente en Florencia, Italia.
aristides_urena@hotmail.com

ARISTIDES UREÑA RAMOS Antiimperialismo de pacotilla

Publicado el sábado 27 de noviembre de 2010.



“Los tiempos de las luchas con las pistolas de papelillo... para el rescate de la dignidad nacional”.
Santiago, 24 de noviembre del 2010.—
Corría el año 1969, nos encontrábamos de regreso de la ciudad capital rumbo a Santiago y atravesábamos la Zona Canalera, que estaba bajo la jurisdicción norteamericana. La camioneta Datsun, malandada, en precarias condiciones mecánicas, transportaba a mi tío Erasmo, mi hermano menor y yo... como también a mi padre, que estaba luchando con una caótica guía del vehículo japonés. Yo veía, a través de la ventana posterior, que nuestra camioneta botaba una nube de humo negro y blanco por su mofle, dejando una cola de humo que dibujaba el paso por toda la carretera Interamericana.
Noté que la precaria condición del vehículo preocupaba a todos los ocupantes, porque la camioneta no solo botaba humo, sino que perdía aceite del motor. Los ojos aterrorizados de mi hermano menor, que se agrapaba a la manilla de la ventana y los nerviosos gritos de mi tío Erasmo, que repetía continuamente la letanía:
“Esperemos que no lleguen los gringos... Porque si llegan, nos ponen presos a todos”—, procuraban una infinita tensión y ansiedad por el terror en nosotros, los más pequeños.
Y, como todo el mundo sabe... el Diablo está a la esquina de cada dificultad, nos encontramos con dos motorizados gringos de la Zona Canalera, que nos invitaron a pararnos en la cuneta, a la orilla de la carretera.
Mi hermano se pegó al vidrio trasero, como también yo... Y desde allí vi la maravillosa motocicleta reluciente de platinados metales, con grandes manubrios dorados. Y que, a pesar del sofocante calor tropical, los militares vestían blancos guantes de piel y jackers con insignias de grandes logotipos con águilas, fusiles y modernos jeroglíficos de incompresibles letras gringas.
Para mí esas dos figuras se amplificaban en mi mente, proyectando todas las atmósferas hollywoodenses, donde los héroes yanquis, defensores de la legalidad, ganaban guerras y difíciles batallas.
Es así que vi que el primero de ellos, que se acercó a nuestra camioneta, se parecía a HOSS de la serie televisiva Bonanza, por su estatura enorme y su figura imponente de cowboy, ambos militares poseían gafas con lentes oscuras, los soñados Ray-Ban, y hablaban con voz autoritaria, en un español tropezado, con fuerte acento extranjero.
Entonces, inician una extenuante discusión a manera de trato con mi padre, porque era evidente que la camioneta tenía que ser secuestrada y multada. Pero mi padre hacía una negociación donde los resentimientos políticos y de rebeldía nacionalista se confundían de manera caótica con lo que acontecía en el momento... la orilla de la carretera se había transformado en tarima política para las reivindicaciones del pueblo panameño... “El Líder”, mi padre, como le llamaban en nuestra ciudad, se la estaba “jugando toda”, pues, su petición era que nos dejaran pasar, sin ser multados, vistos los pocos metros que nos separaban de la llegada a Arraiján, para superar los confines de la Zona Canalera bajo jurisdicción norteamericana... petición que hasta ese momento los dos militares gringos no aceptaban, dado el coctel de motivaciones político—nacionalistas que mi padre quería hacer beber a los yanquis.
Entonces, los gringos ordenaron que todos los ocupantes desalojáramos el vehículo, que bajáramos y que nos pusiéramos con las manos apoyadas sobre la camioneta Datsun... y así fue que nos encontramos junto a mi padre y mi tío, requisados de pies a cabeza, pese a nuestra corta edad. Allí uno de ellos, muy parecido a John Wayne, aborda a mi tío, por la bochornosa situación de dejarnos pasar sin multarnos, a condición de que ellos nos acompañarían hasta superar el límite... y dicho y hecho, así fue que se resolvió la momentánea situación.
Pero mi padre, testarudo como nadie, continuaba, dentro del vehículo, con sus discursos nacionalistas de rescate de soberanía y dignidad nacional hasta la llegada a tierra de jurisdicción panameña... y allí nos ordenó bajar y nos mandó —pese a nuestro gran miedo— a gritarle a los motorizados gringos: —“!YANKEE GO HOME!”—, acompañado del gesto con el dedo de “fuck you”... y así hicimos y rápidamente regresamos corriendo a montarnos a nuestra camioneta, en zona de seguridad, allí donde podíamos defendernos, mientras mi tío gritaba: “!Corre, corre... ARRANCA, ARRANCA, ARRANCA!..” Y mi padre no lograba arrancar el carro, porque el vehículo no daba ninguna señal de vida.
Los gringos llegaron, en territorio panameño, nos quitaron la Datsun, la licencia de conducir a mi padre y nos pusieron una multa de 100 dólares americanos... pero lo peor fue que tuvimos que caminar hasta el poblado de Arraiján... fue allí donde juré que nunca más enfrentaría a los GRINGOS armado con pistolas de papelillo, chercheres viejos y discursos demagógicos de dignidad nacional...

ARISTIDES UREÑA RAMOS La floreciente arquitectura panameña



Publicado el 20 de noviembre de 2010.

Los sueños de glorias de victoriosas batallas llenaban de felicidad al oscuro dictador de la República de las Bananas, el entregaba a sus fieles chimpancés una palma de coco, con la orden de transformar y modificar el secular cocotal… y fue así que al sueño de la razón, construían monstruos en el cocotal.
Santiago, Veraguas, 17 de noviembre de 2010.— En un silencioso anonimato, sentado en una mesa del restaurante Boulevard Balboa, degustando un suculento desayuno; observo el ir y venir de encorbatados burócratas desayunando en apresuradas conversaciones matutinas. Ellos tal vez... representan la elite de empleados de la efervescente burocracia capitalina.
Afuera, se extiende el malecón con su novedosa remodelación. Extrañamente percibo en mi mente la presencia de aquella visión de la vieja avenida Balboa. Como si al poner el pie fuera de aquí, me encontraría con ese reciente pasado.

Me doy cuenta de que mi educación sobre la estética es de tipo conservadora, tal vez debido al estímulo al cual soy sometido continuamente en Italia. Donde las rígidas reglas que las construcciones tienen que conservar ponen un cierto obstáculo con la compatibilidad del ambiente y colocan al centro de las proyecciones arquitectónicas, aquellos valores que una buena arquitectura deben enfrentar y desarrollar.
Estas “reglamentaciones” nacen bajo la necesidad de defender algunos patrimonios pertenecientes a la Humanidad, como son el patrimonio histórico, ambiental y paisajista; evitando las especulaciones y la destrucción de estos valores... Además, a través, de una buena “reglamentación”, se planifica una armoniosa repartición urbanística, que sea compatible con el ambiente y que permita controlar el caos que el crecimiento demográfico imponen a las ciudades modernas.

Es claro que el modelo al cual me refiero es funcional a una cierta educación intelectual y a las necesidades de cada país.
Muchas son las formas con las cuales una ciudad se desarrolla, como también son los modos con los cuales viene concebida, porque estas formas y modos son el fruto de la habilidad de sus constructores; de la fantasía creativa de sus arquitectos, como también de la decisión visionaria de sus gobernantes. Y es bajo estas reflexiones que me siento perturbado cuando intento comprender la bella ciudad capital de Panamá. Ella produce dentro de mí sentimientos contradictorios.
Al alzar la mirada y observar las impactantes edificaciones que se están levantando, luce un vigor como si quisieran demostrar que en esta ciudad se anida un gran poder económico, todo proyectado a diseñar nuevos y futuros escenarios; al mismo tiempo al golpe de una mirada, el caos estilístico reina por doquier, confundiendo la atención y despertando en uno la voluntad de renunciar a encontrar un orden a dicho caos urbanístico.
Lo mío es solo preocupación en entender, dar orden a mis reflexiones, aunque si, en verdad, mi miedo es el encontrarme con lo que yo vengo llamando desde hace muchos años, el efecto Michael Jackson: un genio de la música, un ícono indiscutible, digno representante de la contradicción de la cultura contemporánea. Porque la genialidad sin reglas, crea monstruos que abandonan y transfiguran su propio origen.

*Artista veragüense residente en Florencia, Italia, hoy de visita en su tierra natal.aristides_urena@hotmail.com